Kravak

Cuando a uno le gusta un artista, llega incluso a renunciar a la más primaria lógica discursiva a fin de disfrutar un poco con sus obras. En este caso son varios los artistas que me hicieron desplazarme hasta Caravaca de la Cruz, a la antigua iglesia de la Compañía de Jesús, para, aprovechando la inauguración, poder charlar un ratito con ellos.
 
Llevo mucho tiempo estudiando arte, pero ayer tuve la entrañable sensación de que hacía toda una vida al encontrarme con el que fue mi profesor en la Escuela de Arte, Juan Martínez lax. Aquel me preguntó si yo había llevado alguna obra, y sentí un cosquilleo en el estómago al decirle que no. Pero esa es otra historia que contaré otro día.
Llevo igual o más acudiendo a exposiciones. Y pocas veces consigo relajarme en una de ellas (y esta ocasión tampoco fue el caso). Deben darse toda una serie de concatenaciones que nos hagan discurrir sin marearnos de una obra en otra, y no una serie de amigos que cada cual lleva lo que más le gusta, sin tema, sin hilo conductor, sin esencia, sin nada que los una más allá del arte (lo cual en un bar pasaría menos inadvertido).


Muchas obras buenas juntas y revueltas.

La envoltura espectacular, y no se le sacó partido.

Agravio comparativo hasta en el número de obras aportadas, como si los buenos con una bastara y los demás tuvieran que hacerse notar (creo que no favorece ni a unos ni a otros).

Una exposición colectiva debe tener algo que los conecte. He ahí la eterna dificultad. No podemos olvidar que el relato se construye gracias a las piezas y por tanto estas deben estar ajustadas al discurso expositivo. Por más vueltas que di, ni siquiera hallé un concepto que me indicara qué unía la obra de unos y otros más allá de la voluntad de querer mostrar su arte. Y esto puede resultar igual que cuando uno acude al mercado de los jueves: sabes que los de la verdura están agrupados y separados de los del calzado, porque si no te acabas mareando y te vas sin comprar nada.
Por ello concluyo de mi experiencia que no se trata de una exposición sino de una exhibición, ya que esta última no tiene otro cometido que mostrar un objeto en un espacio sin ninguna intencionalidad comunicativa, sin embargo cuando sí existe la intención de transmitir significados a través de las obras expuestas podemos hablar de exposición. Es la sutil diferencia.

En definitiva, aprendamos el paso de una mera exhibición a la primacía del discurso de una exposición, donde se pretende decir algo y que los visitantes lo entiendan a través de un mensaje. Esa es la labor de un buen comisario.


Id a verlos. 

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