No soy feminista, de las de hoy, sino de ayer.

Kiki de Montparnasse.

No soy #feminista
No soy #machista
Soy #mujer.

Una obviedad que en las últimas horas hay que recalcar. Hemos llegado a un punto en que no sé muy bien qué se celebra mañana, si el día de la mujer trabajadora, el de la mujer maltratada, el del fin del patriarcado gitano, el día de enseñar las ubres, digo tetas, el día de ridiculizar, menoscabar y menospreciar a tus semejantes si no piensan como tú, el día de quién es más mujer o un largo etc. de despropósitos acumulados bajo un denominador común, utilizar a la mujer y presentarla como el sexo débil en un marco politizado y nauseabundo.

Alguien ha dicho hoy que el mayor enemigo de una mujer es otra mujer, y estoy de acuerdo. Yo no quiero ser más que un hombre, ni tener más poder o más privilegios, quiero que se me valore por lo que soy, por lo que sé, por lo que puedo dar, pero nunca por ser mujer o por cubrir una cuota en un lugar, o en una lista. Eso no me iguala al hombre. 
No quiero limosnas, ni que me traten diferente o con condescendencia por haber sufrido. Quiero incluso tener la misma oportunidad que otra mujer que no lo haya pasado. A mí me tocó, como podía haber sido a otra, y os puedo asegurar que la humillación vuelve cuando te compadecen en vez de valorarte. 

Una mujer ha de ser mujer por encima de todo, y eso implica que la naturaleza le otorgó el don de la maternidad y aunque luchamos por repartir tareas , permisos maternales y paternales, el hilo que tiene una madre con sus hijos es inseparable e insustituible. Fijaos que tenemos algo que ellos no tienen, el don de dar vida, y yo me siento afortunada por ello, aunque me haya supuesto renunciar no sólo al trabajo, sino al sueño, a sentirme guapa, a cambio de tener estrías, celulitis, arrugas en el vientre de tanto estirar y encoger la piel. 

Pero soy madre, he sido trabajadora hasta la extenuación, hasta el punto de preguntarme si ese dinero me compensaba estar alejada horas interminables de ellos. Y sí, me hubiese quedado en casa, preparando desayunos, almuerzos, comidas, cenas, baños, planchando o quitando fiebres, remendando agujeros en las rodilleras del pantalón, quitando manchas de tomate insufribles o simplemente estar ahí cada vez que ellos levantasen la mirada. 

Me hubiese conformado con ser madre y esposa, pero eso no está regulado, sino regalado. El día que eso cambie y que la mujer pueda decidir si quedarse en casa y ser una profesional o por el contrario prefiere serlo fuera de ella habremos avanzado. 

Pero de eso estamos más lejos que de conseguir la igualdad en el terreno profesional, porque al contrario de lo que me intentan vender las feminazis, hay una concienciación social cada vez mayor, y no desde que ellas se despelotan, sino desde que nos hacemos valer y respetar, desde que salimos a pelear en puestos que antes era imposible optar, pero nos atrevemos. 

Hay directoras de museos, de banco, de gobiernos, diputadas, concejalas, maestras, doctoras, ingenieras, pintoras, escultoras, musas... Ay, las musas! yo también lo soy, inspiro, aliento, y estoy en el pensamiento de aquel que cada día hago más grande. Puede haber algo más bello para una mujer que con tu sola presencia, tus palabras o tus manos evoques la inspiración creadora de alguien? Pero también soy enfermera cuando alivio tus males, o arquitecta cuando enderezo tu día porque todo se tuerce. 

Una mujer puede ser todo aquello que se proponga y para lo que se sienta preparada, desde panadera, escritora, fotógrafa o cocinera... Alguna profesión es prescindible? sí, la de trepa y vividora. Las demás, de la primera a la última son todas dignas. 

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